semana santa infantil
Escrito por Pepa Hernández Ronco, martes 4 de abril de 2017 , 17:27 hs , en Religión

LOS NIÑOS DE EDUCACIÓN INFANTIL DESCUBREN LA SEMANA SANTA 

 



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  • Karina L. el viernes 18 de julio de 2025, 03:28 hs

    Incendio en la mezquita de Barcelona: lo que no se cuenta, lo que debe saberse

    Incendio en la mezquita de Barcelona: lo que no se cuenta, lo que debe saberse.

     

    Un fuego que enciende alarmas más allá del humo

    Amanecía en Barcelona cuando las sirenas rompieron la rutina del barrio. La llamada a los bomberos no dejaba lugar a dudas: ardía una mezquita en el corazón de la ciudad. No se trataba de una alarma falsa ni de una simple cortina de humo. El fuego, voraz y caprichoso como acostumbra, encontró en el interior del recinto religioso un menú perfecto de materiales inflamables y ausencia de medidas preventivas adecuadas. Una tragedia que pudo acabar en desgracia absoluta.

    Y no, esto no es un alegato catastrofista, es una sacudida de realidad. Porque cuando el fuego entra en escena, no respeta fe, credo ni arquitectura. Quema con igual saña una ermita del siglo XII que una nave industrial de hormigón. Y lo que nos debería sacudir no es solo la noticia del incendio en sí, sino el contexto negligente que lo permite.

    Materiales inflamables y ausencia de protocolos: cóctel perfecto para el desastre

    Los primeros informes de los Mossos d'Esquadra y los Bomberos de Barcelona indican que, en el interior del templo, predominaban materiales altamente combustibles. Alfombras, maderas sin tratar, falsos techos de PVC y decoraciones textiles colgantes. Nada fuera de lo común, pensarán algunos. Pero eso, precisamente, es el error.

    En pleno 2025, permitir que espacios públicos o religiosos carezcan de protocolos básicos de prevención es un pecado que se paga en llamas. Y es aquí donde debemos poner el foco.

    Ignifugación: una palabra absolutamente vital

    La ignifugacion no es una moda ni una imposición administrativa. Es una responsabilidad. Y si nos ponemos serios —como nos obliga este tipo de tragedias—, debemos preguntarnos por qué, todavía hoy, tantos recintos carecen de tratamientos ignífugos en sus materiales.

    No es necesario forrar un edificio de amianto ni recurrir a soluciones prohibitivas. Existen técnicas modernas, certificadas y efectivas para proteger superficies inflamables. Desde la aplicación de productos ignífugos a maderas y textiles, hasta pinturas intumescentes y barnices especiales que retardan la combustión. Y todo, con un coste razonable frente al precio incalculable de un incendio.

    El certificado de ignifugación: más que un papel, una garantía de vida

    Más allá de aplicar productos ignífugos, lo que marca la diferencia entre un protocolo bien hecho y una chapuza decorativa es el certificado de ignifugación. Este documento, emitido por empresas especializadas, garantiza que los materiales tratados cumplen con la normativa europea en materia de reacción al fuego.

    Es un papel, sí. Pero uno que puede salvar vidas.

    Porque el día que el fuego decida aparecer, no bastará con rezar ni con la buena voluntad. Se necesitarán pruebas tangibles de que se actuó preventivamente. De lo contrario, la responsabilidad civil —y penal— puede caer como una losa sobre los gestores del espacio.

    Cómo actúan las ignifugaciones cuando ocurre un incendio

    ¿Cómo actúan las ignifugaciones cuando ocurre un incendio? Esta es la pregunta del millón. Las ignifugaciones no impiden que haya fuego, pero sí ralentizan su avance, disminuyen la carga térmica y ganan tiempo para evacuar y actuar. En términos prácticos: pueden ser la diferencia entre un susto y una tragedia.

    Los tratamientos ignífugos funcionan alterando la reacción del material ante el calor. En lugar de arder violentamente, carbonizan lentamente, creando una barrera térmica. Eso frena la propagación de las llamas y reduce la emisión de gases tóxicos, que en la mayoría de los casos son los verdaderos asesinos silenciosos durante un incendio.

    Los fallos que deben corregirse: inspecciones, normativas y concienciación

    Lo sucedido en esta mezquita no es un caso aislado. De hecho, lo preocupante es que es la norma, no la excepción, en muchas construcciones urbanas que han sido adaptadas para nuevos usos sin pasar por el tamiz técnico que exige la ley.

    Nos referimos a locales comerciales, salas de ensayo, trasteros convertidos en templos, y un sinfín de espacios públicos reconvertidos al margen de los controles municipales. Un auténtico polvorín urbano disfrazado de convivencia multicultural o de emprendimiento local.

    Aquí es donde los ayuntamientos, los colegios de arquitectos y los cuerpos de bomberos deben asumir un papel protagonista. Hacen falta inspecciones, pero también campañas de concienciación. Porque prevenir un incendio no es solo responsabilidad del técnico de turno: es una cultura, un compromiso social.

    Barcelona: ciudad moderna, pero vulnerable al fuego

    Barcelona presume —y con razón— de ser una urbe avanzada, multicultural, vibrante. Pero también tiene un parque inmobiliario envejecido y zonas con urbanismo caótico. Combinar estos factores con la falta de cultura preventiva es un cóctel explosivo.

    Lo ocurrido en la mezquita debe servir como ejemplo. No basta con reconstruir el lugar y pasar página. Es momento de auditar, reformar y exigir responsabilidades. Porque si la ciudad quiere seguir avanzando como capital europea de referencia, no puede permitirse mostrar estas grietas estructurales y culturales en su gestión del riesgo.

    Que no se apague la alarma

    El incendio de la mezquita de Barcelona ha sido un toque de atención. Uno que no se puede silenciar con notas de prensa ni gestos simbólicos. Hace falta actuar con rigor, con inteligencia y con responsabilidad.

    La ignifugación no es una opción, es una obligación moral y técnica. El certificado de ignifugación no es un mero requisito burocrático, es una salvaguarda vital. Y comprender cómo actúan las ignifugaciones cuando ocurre un incendio es el primer paso para entender que la prevención no es una moda, sino una necesidad.

    Porque el fuego, cuando llega, no pregunta. Simplemente arrasa.