CONOCEMOS NUESTRO CUERPO Y APRENDEMOS A DESCRIBIRLO
Escrito por SOLEDAD TORIBIO HERNANDEZ, miércoles 8 de febrero de 2017 , 17:46 hs , en Inglés

 

I´VE GOT..........

 

 

 

 

 

 



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  • Lorena P. el viernes 18 de julio de 2025, 03:36 hs

    Extintores: la cruda verdad tras el símbolo de seguridad que cuelga en cada pared

    Extintores: la cruda verdad tras el símbolo de seguridad que cuelga en cada pared.

     

    Un aparato que promete salvar vidas… pero muchas veces es una pura estafa colgando del gancho

    No nos vamos a andar con rodeos, porque este país ya ha tenido bastante de pamplinas y de falsas seguridades enlatadas. Hablemos del extintor, ese cilindro rojo que cuelga en cada esquina, en cada pasillo de oficina, en cada garaje, como si fuese un santo patrón contra las llamas. El extintor, señores, se ha convertido más en una decoración impuesta por normativa que en un verdadero salvavidas. Y eso, en una nación donde las negligencias se convierten en costumbre, es un problema mayor.

    Los fabricantes prometen eficacia, cumplimiento, salvación. Pero, ¿quién supervisa la efectividad real de esos aparatos? ¿Quién garantiza que ese polvo químico que duerme dentro del cilindro rojo no se haya vuelto inútil con el tiempo? Nos encontramos ante un producto que, en muchas ocasiones, está mal mantenido, mal instalado y peor aún: mal entendido por los propios ciudadanos.

    Extintores sin alma: la pantomima del cumplimiento normativo

    Sí, la ley exige que estén. Y sí, los propietarios de locales los colocan. Pero ¿cuántos saben cómo se usan? ¿Cuántos los revisan más allá del sellito de mantenimiento puesto a boli por una empresa subcontratada al por mayor? Es el imperio del "cumplo y miento", del "ahí está el extintor, que lo revise el que venga". Y luego pasa lo que pasa.

    Como ocurrió con el incendio en calle cipres, donde varios vecinos alertaron del humo denso que se colaba por las rendijas de las puertas. El extintor del portal, aparentemente intacto, no funcionó. La presión era nula. No había sido recargado desde hacía tres años. Y eso, amigos, es el pan nuestro de cada día.

    Colgar un extintor sin supervisión es como poner una cerradura en la puerta sin llaves. Es postureo, teatro. Un protocolo que, de no tomarse en serio, puede costar vidas.

    El negocio opaco detrás del polvo químico

    Los extintores se han convertido también en un negocio opaco, plagado de subcontratas que ofrecen precios de risa por mantenimientos que, en la práctica, consisten en dar un vistazo rápido, poner una pegatina y marcharse. El mercado está lleno de empresas sin certificaciones, sin formación, que manejan estos dispositivos como si fueran latas de tomate.

    Esto no es una acusación gratuita, es una llamada de atención. La seguridad contra incendios no puede depender de contratos low-cost y revisiones exprés. Porque lo que está en juego no es el cumplimiento de una norma, sino la vida de los ciudadanos.

    Y lo más sangrante de todo es que la mayoría de los usuarios jamás ha sido formado sobre cómo utilizar un extintor. Pídanle a un oficinista que lo use y verán cómo lo gira, lo sacude, lo mira, lo duda. Lo dispara al suelo. Es un aparato inútil en manos inexpertas.

    Los extintores son necesarios, pero no así

    No se trata de abolir el uso de extintores. Faltaría más. Se trata de dignificar su presencia. De comprender que no basta con colgar un cilindro rojo en la pared para estar seguros. La seguridad requiere revisión, formación, inversión.

    Los edificios necesitan sistemas de protección activos, con registros digitales, con sensores de presión, con protocolos automatizados. No nos sirve esa cultura de “tenerlo por si acaso”. Debe haber un plan claro, ensayado, conocido. Porque cuando la emergencia llega, no hay tiempo para improvisar.

    Los extintores deben ser más que un trámite administrativo. Deben ser aliados reales de la seguridad. Y eso solo se consigue con educación y profesionalidad.

    ¿Dónde está la inspección pública?

    Aquí viene el otro problema. Las inspecciones de seguridad en muchos municipios son esporádicas, laxas, burocráticas. No hay una vigilancia real, ni una política de tolerancia cero con los extintores en mal estado.

    Y mientras eso no cambie, seguirá habiendo escenas como la del incendio en calle Ciprés, con extintores decorativos que no sirven ni para espantar una chispa. Porque el problema no es solo la empresa instaladora, ni el presidente de la comunidad que lo ignora. Es un fallo de sistema. De fondo. De cultura.

    Lo barato sale ardiendo

    Nos lo han dicho siempre: lo barato sale caro. Pero cuando se trata de seguridad contra incendios, lo barato puede salir ardiendo literalmente.

    ¿Cuántos edificios tienen extintores con la presión por debajo del mínimo? ¿Cuántos no han sido revisados en más de 12 meses? ¿Cuántos contienen polvo caducado o sistemas de disparo defectuosos?

    Es escandaloso. Y lo peor es que la mayoría de la población lo ignora o prefiere no saberlo. Se ha normalizado la mediocridad en algo tan fundamental como la protección ante el fuego.

    Una llamada urgente a la responsabilidad

    No podemos seguir mirando hacia otro lado. La protección contra incendios no puede ser una ilusión óptica. No puede colgar de una pared como un florero vacío. Tiene que ser real, tangible, efectiva.

    Es hora de exigir rigor. A las empresas de mantenimiento, a los propietarios de inmuebles, a las administraciones públicas. Y, sobre todo, a nosotros mismos como ciudadanos responsables.

    Porque el día que necesitemos ese extintor, querremos que funcione. No que esté colgado ahí como una reliquia inútil.