Leo en colores. Cuñas publicitarias. Seve-Radio
Escrito por SANDRA ZURDO ROBLES, sábado 29 de abril de 2017 , 21:15 hs , en AL

Dentro de nuestra semana cultural una de las actividades planteadas era la estimulación del Lenguaje Oral con los mayores del cole. Hemos grabado unas pequeñas cuñas publicitarias, es nuestra primera vez ante los micrófonos Risa. Esperamos que os gusten.

 Estas seis primeras corresponden a Cuarto de Primaria

                                      

 

                                   

 

 

                          

 

Vamos a por las de Quinto.

 

       

 

         

 

 Le toca el turno a 6º

     

      

 

 

 



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  • Abigail Lopez el viernes 18 de julio de 2025, 03:25 hs

    El personal de los hospitales de Vigo alza la voz ante un sistema que huele a quemado

    El personal de los hospitales de Vigo alza la voz ante un sistema que huele a quemado.

     

    Si uno se detiene a pensar en los engranajes que hacen funcionar un hospital, seguramente le vengan a la cabeza quirófanos, ambulancias y batas blancas que corren por los pasillos. Pero lo que muchos olvidan es que, sin una cocina digna, se tambalea todo. Porque no hay antibiótico que funcione si el cuerpo se alimenta con desgana, ni recuperación posible cuando el menú del día se sirve con un regusto a chapuza.

    Eso es precisamente lo que denuncian —con hartazgo contenido y cucharón en mano— los trabajadores de las cocinas de los hospitales públicos de Vigo. Lo que antes era un servicio bien estructurado y con sentido, hoy se ha transformado en una tragicomedia de mala planificación, falta de recursos y un tufo constante a abandono institucional.

    Centralización fallida: menos calidad, más caos

    Desde que se centralizó todo el servicio de cocina en el Hospital Álvaro Cunqueiro, dejando a Meixoeiro y Nicolás Peña como meros puntos de recalentado, los errores se han multiplicado. Bandejas sin etiquetar, productos que no respetan alergias ni intolerancias, sopas frías como plato fuerte… Y eso cuando hay suerte y el plato llega a tiempo.

    La sensación de descontrol es tan evidente que el personal ha dicho basta. Porque no se puede jugar con algo tan elemental como la comida, y menos en centros donde los pacientes ya tienen suficiente con luchar por su salud.

    El humo de la indignación: instalaciones anticuadas y equipos obsoletos

    Y mientras se habla de innovación sanitaria, las cocinas siguen trabajando entre humos densos y extracciones deficientes. El ambiente de trabajo es irrespirable, literalmente. Y aquí es donde resulta imposible no mencionar la necesidad urgente de una buena campana industrial. Porque no se trata solo de eliminar olores: se trata de crear un entorno seguro, libre de grasa suspendida y calor asfixiante.

    La campana industrial es, por definición, el pulmón de cualquier cocina profesional. Cuando este elemento no funciona o directamente no está diseñado para el volumen de trabajo, las consecuencias se notan: vapores que se acumulan, temperatura insoportable y superficies resbaladizas.

    El detalle que lo cambia todo

    Pero no basta con colgar una campana y listo. Hay que asegurarse de que cuente con filtros de lamas de calidad, fáciles de desmontar, lavar y mantener. Porque si estos filtros fallan, la grasa se acumula en conductos, paredes y techos, convirtiendo cualquier cocina en un polvorín bacteriológico y, peor aún, en una trampa para incendios.

    Es en los detalles donde se revela la diferencia entre una gestión comprometida y otra que busca simplemente salir del paso. Y si algo ha quedado claro en los hospitales de Vigo es que la segunda opción ha sido la norma.

    Invertir en soluciones reales: comprar campana extractora industrial

    Llegados a este punto, no hay paño caliente ni comunicado oficial que valga. Si lo que se quiere es una solución real, hay que comprar campana extractora industrial de alta gama, diseñada para entornos hospitalarios, con capacidad de extracción suficiente y sistemas de filtrado integrados.

    No se puede improvisar con la salud, ni siquiera en la cocina. Cada euro escatimado en equipamiento termina multiplicando el coste en errores, quejas y, peor aún, riesgo sanitario. Porque hablamos de alimentos que deben cumplir normativas estrictas, manipulados en condiciones controladas, y servidos a personas con defensas debilitadas.

    Las consecuencias se comen con cuchara

    Lo que llega al plato del paciente no es solo arroz, merluza o sopa de verduras. Es un reflejo del cuidado que se pone —o no— en su proceso de preparación. Cuando falla la cadena de frío, cuando los productos llegan sin identificación o cuando se reutilizan alimentos sin trazabilidad clara, el daño va mucho más allá de lo digestivo.

    El personal, además, no puede hacer milagros. No se le puede exigir rapidez, precisión y eficacia cuando trabajan con hornos que no calientan bien, carros de transporte deteriorados y cocinas donde cada turno es una carrera contra el humo y la improvisación.

    Silencio institucional y ruido entre fogones

    Mientras tanto, la dirección guarda silencio o lanza promesas que ya no convencen a nadie. Pero quienes están en primera línea lo tienen claro: o se toman medidas reales, o esto revienta. Porque el deterioro es ya demasiado visible. Porque el malestar ha superado el umbral del pasillo. Porque lo que debía ser una cocina hospitalaria es ahora un experimento de supervivencia.

    Y en medio de todo, los pacientes. Esos que no alzan la voz, pero lo dicen todo con el gesto al recibir una bandeja mal servida, un alimento equivocado o una cena que llega cuando ya nadie tiene hambre.

    Cocinar con dignidad también es curar

    Hablar de una cocina profesional en un hospital no es hablar de menús gourmet. Es hablar de respeto. De procesos seguros. De una infraestructura adecuada que empiece por una campana industrial eficaz, que respire junto al personal. Que cuente con filtros de lamas limpios, bien mantenidos y reemplazables. Que evite acumulaciones de grasa, que mantenga el aire respirable, que no obligue al trabajador a salir a tomar oxígeno entre bandeja y bandeja.

    Invertir en cocinas hospitalarias es invertir en recuperación, en calidad asistencial, en dignidad. Porque lo que se cocina en estos espacios no es solo comida: es bienestar, energía y, en muchos casos, esperanza.

    Y eso, aunque algunos aún no lo entiendan, no puede servirse frío, ni en bandejas defectuosas, ni con vapores de abandono.