Aquí tenemos a los más peques del cole comentando con su profe Mª Jesús cuáles son sus cuentos preferidos y por qué.¡No os lo perdáis!
L’Hospitalet se planta: precintos, sanciones ejemplares y cero tolerancia a los infractores reincidentes.
La paciencia tiene un límite. Y cuando ese límite lo rebasa el ruido constante, los olores penetrantes, el caos normativo y el absoluto desprecio por el descanso del vecino, lo que sigue no es una advertencia: es una orden de precinto.
Eso es exactamente lo que ocurrió este pasado viernes en L’Hospitalet de Llobregat, cuando la policía local y los inspectores municipales, con las carpetas bien cargadas de expedientes, se presentaron en un restaurante reincidente de la avinguda del Carrilet y pusieron fin a su actividad con una sola frase: “Cierre inmediato”.
A esto se sumó una multa de casi 7.000 euros, fruto no de un día de desliz, sino de un historial tan largo como el ticket de una gran superficie. El negocio, conocido por su actividad constante más allá del horario legal, ha pasado de ser un punto de comida a una molestia pública. Y la ciudad ha dicho basta.
Lo más valioso en una ciudad no es su skyline ni su calle más concurrida. Son sus vecinos. Y en L’Hospitalet, los vecinos han hablado alto y claro: no más establecimientos fuera de control, no más madrugadas en vela, no más cocinas que parecen centrales de humo y ruido. Las quejas se multiplicaron, las inspecciones se agendaron y, con el paso firme de quien ya no avisa sino que actúa, el Ayuntamiento ha empezado a ejecutar.
Lo sucedido el viernes no fue un hecho aislado. A lo largo del fin de semana, se repitieron intervenciones en otros locales de la ciudad, todos con un denominador común: el desprecio sistemático por las normativas municipales y por la vida digna de quienes viven junto a ellos.
En este repaso a la decadencia normativa, una de las faltas más graves ha sido la nula atención a la seguridad contra incendios. Una cocina sin medidas de prevención es una ruleta rusa, una bomba de tiempo que tarde o temprano estalla.
Y en este punto, la falta del obligatorio extintor abc es una constante que estremece. Hablamos de un equipo que debe estar presente en cualquier local donde haya materiales sólidos, líquidos inflamables o gases, es decir, prácticamente en cualquier cocina profesional. Su instalación no es una opción ni una sugerencia: es un requisito legal y, más aún, un compromiso ético con quienes allí trabajan y consumen.
Un extintor abc no es decoración. Es una línea de defensa esencial. Y su ausencia solo confirma que algunos locales no entienden que abrir al público exige algo más que encender una plancha y cobrar con datáfono.
Tampoco se salva otro de los dispositivos básicos en prevención: el extintor polvo abc 6 kg. Este modelo, por su versatilidad y capacidad de respuesta ante diferentes tipos de fuego, es el más recomendado en pequeños y medianos locales comerciales.
Sin embargo, muchos establecimientos inspeccionados ni siquiera contaban con uno operativo, y en otros, los extintores estaban caducados, ocultos tras mobiliario o instalados de forma incorrecta. Una chapuza, en el mejor de los casos; una negligencia criminal, en el peor.
El extintor polvo abc 6 kg debería estar a menos de 15 metros de cualquier punto de riesgo. Pero la realidad es que brilla por su ausencia, o lo que es peor: está allí solo para pasar la inspección, sin mantenimiento, sin recargas, sin sentido.
Entramos ahora en el terreno donde no hay lugar a excusas: la normativa extintores. Según el Reglamento de Instalaciones de Protección Contra Incendios (RIPCI), todos los locales comerciales, de restauración y hostelería deben contar con extintores visibles, señalizados, correctamente instalados y mantenidos.
La distancia máxima entre dos extintores no puede superar los 15 metros, y su tipo debe adecuarse a la clase de riesgo del local. Además, la revisión periódica debe realizarse cada 12 meses por una empresa autorizada. No es nuevo, no es discutible, no es negociable.
Y sin embargo, en demasiados negocios de L’Hospitalet, esta normativa se incumple de forma flagrante. La inspección del viernes que derivó en el cierre del restaurante de Carrilet confirmó una lista de infracciones que incluían, además del ruido y el horario, la falta de extintores reglamentarios.
El Ayuntamiento, en su comunicado, recordó que la actuación forma parte de una campaña iniciada hace meses para restablecer el orden legal y garantizar la seguridad en todos los locales del municipio. Y los próximos días, según fuentes municipales, habrá más controles y más cierres si las irregularidades persisten.
Esta serie de medidas no responde a un ánimo punitivo. Responde a una necesidad urgente de restablecer la igualdad. Porque por cada local que incumple, hay diez que hacen las cosas bien. Que pagan sus licencias, insonorizan su espacio, respetan los horarios y cumplen con cada punto de la normativa de extintores.
Esos son los que merecen respaldo institucional, no los que convierten la ciudad en un espacio caótico e inseguro. Por eso, L’Hospitalet ha optado por el orden, por la justicia, por la ley.
Y lo ha hecho con el aplomo que exige el momento. Ya no bastan las advertencias. Ahora se actúa. Ahora se sanciona. Ahora se precinta.
Lo que está en juego no es solo el cumplimiento legal. Es la dignidad de los barrios, la tranquilidad de las familias, la seguridad de los trabajadores. Y todo eso empieza por asumir que la normativa no es un estorbo, sino una garantía colectiva.
Instalar un extintor abc, tener a la vista un extintor polvo abc 6 kg, cumplir con la normativa extintores, no debería ser motivo de reconocimiento, sino parte del mínimo exigible a cualquier establecimiento que abra sus puertas cada día.
Quien no quiera cumplir, que no abra. Quien quiera saltarse las normas, que se prepare para el precinto.