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Escrito por SANDRA ZURDO ROBLES, viernes 5 de mayo de 2017 , 17:51 hs , en AL

Aquí tenemos a unos personajes de cuentos recomendándonos unos libros.



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  • Rosa el viernes 18 de julio de 2025, 03:00 hs

    Incendio en un restaurante de Barcelona siembra el caos en plena Rambla Catalunya

    Incendio en un restaurante de Barcelona siembra el caos en plena Rambla Catalunya.

    La fatídica combinación de grasa, prisas y fuego en una cocina abarrotada de turistas

    Barcelona, ciudad de luces, acentos y sobremesas largas. Pero también ciudad donde, de tanto en tanto, el fuego recuerda que no todo es postal, que la chispa que da calor a la paella también puede volverse una bestia indomable cuando se juntan grasa, metal y un descuido de más.

    El pasado martes por la tarde, un restaurante de Rambla Catalunya vivió el infierno sin necesidad de efectos especiales. Los comensales que degustaban tapas entre risas y selfies se vieron envueltos en una estampida nerviosa cuando el humo comenzó a filtrarse desde la cocina. En menos de lo que canta un gallo —o se quema una croqueta— el local se convirtió en un hervidero de tensión, gritos y confusión.

    Una sartén, una chispa y un caos

    No fue una fuga de gas. No fue un sabotaje. Fue una sartén con aceite, demasiado caliente, demasiado llena, demasiado olvidada. Lo que empezó con un fogonazo se convirtió en una llamarada que saltó como un demonio bailarín entre freidoras y campanas extractoras. La grasa acumulada —que muchos cocineros creen inofensiva hasta que se convierte en gasolina líquida— fue el caldo de cultivo perfecto para el desastre.

    Los trabajadores, entre ellos una joven cocinera de origen andaluz que llevaba apenas dos semanas en el restaurante, intentaron sofocar las llamas con trapos mojados. Error de principiante. El fuego respondió con más furia.

    La evacuación: más rápida que un menú del día

    En cuestión de segundos, las llamas treparon por el sistema de extracción de humos y comenzaron a invadir otras zonas del local. La alarma, bendita sea, funcionó. Los camareros gritaron, los clientes corrieron, algunos sin pagar —porque, cuando la muerte parece que asoma, el ticket pierde importancia.

    Los bomberos llegaron con la eficiencia que da la experiencia. Tuvieron que desalojar no solo el restaurante, sino también varios locales contiguos, incluyendo una tienda de ropa y una heladería. El humo —denso, caliente, pegajoso— se coló por rendijas, techos y conductos, como una serpiente invisible que todo lo contamina.

    Un déjà vu con acento madrileño: el incendio en Móstoles

    Este suceso ha despertado ecos en la memoria colectiva. No hace tanto, un incendio en mostoles, también originado en una cocina comercial, dejó un rastro de daños materiales y una amarga sensación de déjà vu. En aquel caso, se trató de un pequeño bar de barrio, no tan céntrico ni tan turístico, pero el patrón fue el mismo: aceite, fuego, grasa y descontrol.

    Lo alarmante es la frecuencia con la que se repite esta historia. Y no es porque los cocineros no sepan. Es porque en la rutina, entre comandas y presiones, se relajan protocolos, se acumulan riesgos, se olvida el extintor.

    Barcelona: epicentro de calor no solo por el turismo

    Las autoridades municipales han recordado, una vez más, la obligatoriedad de revisar los sistemas de ventilación y de contar con personal formado en la gestión de emergencias. Pero, seamos francos, en la vorágine del turismo de masas, donde cada mesa es dinero y cada minuto cuenta, ¿quién tiene tiempo para pensar en el fuego hasta que lo tiene delante?

    Este incendio en un restaurante de la capital catalana deja una herida que va más allá de las llamas. Nos obliga a reflexionar sobre cómo se gestionan los riesgos en la hostelería moderna, donde la productividad suele pesar más que la prevención.

    Un escenario habitual: grasa, calor y descuido

    El fuego en la cocina no es ninguna novedad. Desde que el ser humano descubrió la llama, ha existido una lucha eterna por controlarla. En los fogones industriales, donde se cocina para decenas —o cientos— de personas cada hora, los riesgos se multiplican exponencialmente.

    Un solo descuido, una limpieza incompleta, una chispa mal apagada, y el escenario puede cambiar en segundos. El caso de este restaurante no es una excepción, sino un síntoma.

    El humo se disipó, pero el susto quedó

    Gracias a la rápida actuación de los bomberos y del personal del local, no hubo víctimas que lamentar, más allá de algunas intoxicaciones leves por humo y un ataque de ansiedad. Pero el susto permanece, como permanecen las manchas de hollín en las paredes y el olor penetrante a quemado que ni la lejía puede borrar del todo.

    El propietario del restaurante, visiblemente afectado, ha prometido una renovación completa del sistema de extracción y la implementación de nuevas medidas de seguridad. Pero el daño está hecho, y la confianza del público tarda más en volver que en esfumarse.

    La hostelería ante el fuego: entre la rutina y la negligencia

    La gastronomía es un arte, sí. Pero también es industria, mecánica, sudor y disciplina. Un restaurante no puede ser solo un lugar bonito con comida rica. Tiene que ser, antes que nada, un espacio seguro. Porque el cliente quiere sabor, sí, pero también quiere salir vivo.

    No basta con decorar las paredes, ofrecer carta en inglés y tener Instagram al día. Hay que revisar campanas, limpiar filtros, formar al personal, y, sobre todo, tener extintores que no sean de adorno.

    ¿Cuántos incendios más hacen falta para despertar?

    Las estadísticas no mienten. Cada año en España se registran cientos de incendios en locales de hostelería. La mayoría son evitables. La mayoría tienen el mismo origen: grasa, fuego y descuido. ¿Cuántos más hacen falta para que se entienda que no es una cuestión de suerte, sino de responsabilidad?

    El incendio en Móstoles fue una advertencia. El de Rambla Catalunya es una repetición. El próximo puede ser peor.