OPERACIÓN BOCATA, PEÑARANDA 2017
Escrito por Ana Isabel Manzano Berrocal, martes 21 de febrero de 2017 , 16:22 hs , en Religión

OPERACIÓN BOCATA PEÑARANDA 2017

 



 

                  

"Con un solo bocadillo,  se pueden construir grandes proyectos en diferentes lugares del mundo: hospitales, colegios, avances ciéntificos....

Hay que concienciarse de la gran labor que se puede realizar con mínimos detalles.  

Muchos pocos hacen muchos. "

  Jaime Navarro. Cope Peñaranda

 http://xn--copepearanda-fhb.es/firma-del-dia/la-operacion-bocata-por-jaime-navarro/

 

La comunidad educativa del CEIP Severiano Montero (alumnos, profesores y padres) ha participado en la Operación Bocata organizada por Manos Unidas de Peñaranda de Bracamonte, el día 21 de febrero de 2017.

 

 



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Comentarios
  • Jesús Moreno el miércoles 2 de julio de 2025, 09:37 hs

    Un cortijo andaluz en plena dehesa sevillana

    En medio de la vasta y silenciosa dehesa sevillana, donde el horizonte se ondula entre encinas y cielo limpio, emerge un refugio de calma, historia y arraigo: un cortijo andaluz que no solo resiste el paso del tiempo, sino que lo celebra. Aquí, donde las mañanas huelen a tierra y a brisa templada, despejarse cobra un nuevo significado. No es un verbo más: es una necesidad, una forma de entender la vida desde lo esencial.

    Un paseo sin prisa por los senderos que rodean el cortijo no solo libera el cuerpo del ruido moderno, sino que despierta algo más profundo. En cada rincón de este paraje late el alma de Andalucía. Aquí, el descanso no es una pausa: es un reencuentro con lo que somos cuando dejamos atrás el exceso.

    Y para quienes buscan convertir esa desconexión en una experiencia prolongada, nada como una casa rural en Sevilla que abrace la tradición sin renunciar al confort. Porque cuando el entorno invita a parar el tiempo, el lugar donde se duerme debe estar a la altura del paisaje que se contempla.

    Un cortijo con historia: más que paredes encaladas

    Hablar de un cortijo andaluz es hablar de raíces. Son construcciones nacidas de la tierra, pensadas para resistir el calor, aprovechar la luz y abrazar el sosiego. Las paredes encaladas, los techos altos con vigas vistas, los patios floridos y las zaguanas donde se filtra el silencio son más que elementos arquitectónicos: son símbolos de un estilo de vida.

    En este cortijo, enclavado en el corazón de la dehesa, todo tiene un propósito. La terraza, por ejemplo, no está ahí solo para contemplar el atardecer. Es el centro de la vida pausada, un escenario desde el que se asiste al espectáculo lento y constante de la naturaleza, con la plaza de tientas como telón de fondo.

    Y no es casualidad. Porque en esta finca, la tradición no es una postal: es una actividad viva, un latido constante. La ganadería de reses bravas no es una nota al pie, sino un capítulo entero. De hecho, quienes la visitan descubren que la ganadería de toros bravos no solo conserva costumbres, sino que educa, emociona y transforma la mirada.

    Despejarse en la dehesa sevillana: el verdadero lujo

    En un mundo que celebra la velocidad, la dehesa sevillana ofrece su antídoto: amplitud, horizonte, tiempo detenido. Aquí, lejos del tráfico y de las alertas del móvil, uno se reconcilia con el presente. Caminar entre encinas centenarias, sentir el crujir de la hojarasca o escuchar el trino lejano de una abubilla no es solo bucólico: es terapéutico.

    Y ese es uno de los grandes valores de este cortijo: su capacidad para hacernos recordar lo esencial. Por eso, más allá de sus estancias amplias o su decoración cuidada, lo que verdaderamente se agradece es el aire limpio, la luz sin filtros y el ritmo pausado que contagia.

    Para quienes buscan una escapada con personalidad, también hay alternativas con alma propia. Como este alojamiento rural con encanto Andalucía, que demuestra que no hace falta renunciar a la estética para abrazar la naturaleza.

    La plaza de tientas: donde el campo se convierte en rito

    El alma de este cortijo no se entiende sin su plaza de tientas. Aquí no hay artificio: lo que se ve es lo que es. Un espacio circular, de tierra y barreras, donde se prueba el temple y la bravura de los animales que pastan en libertad. Pero también es una escuela, un anfiteatro de historia donde se narran generaciones de sabiduría ganadera.

    Ver una tienta es asistir a un diálogo mudo entre hombre y toro, donde se miden fuerza, nobleza y carácter. Y aunque no seas aficionado, la experiencia impacta. Porque conecta con algo ancestral, con una forma de vida donde el respeto al animal y al entorno no es discurso, sino práctica diaria.

    Gastronomía rural: sabor auténtico en cada bocado

    No hay experiencia completa sin un buen plato sobre la mesa. Y en el cortijo, la cocina es una celebración de lo local. Productos de kilómetro cero, recetas heredadas y sabores que no se maquillan. Desde un jamón ibérico cortado al momento hasta carnes de la propia ganadería, todo se sirve con honestidad y orgullo.

    • Jamón ibérico y chacinas artesanas
    • Guisos tradicionales con carne de toro
    • Postres caseros como el tocino de cielo o las natillas al estilo de la abuela

    Todo ello, maridado con vinos de la tierra y servido en comedores con encanto o en terrazas abiertas al campo. Porque comer aquí es mucho más que alimentarse: es otro modo de conectar con la tierra.

    Turismo rural con alma: entre el confort y la autenticidad

    El cortijo también funciona como alojamiento rural, ideal para escapadas familiares, grupos de amigos o incluso celebraciones privadas. Sus estancias están diseñadas para ofrecer intimidad sin perder la conexión con el entorno. Las habitaciones son amplias, con techos altos, colores suaves y detalles que honran lo rústico sin caer en lo kitsch.

    Además, se ofrecen actividades personalizadas como rutas a caballo, talleres de fotografía de fauna, clases de cocina andaluza o incluso retiros de bienestar. Todo adaptado al ritmo del huésped y al calendario de la finca.

    Un refugio para volver a lo esencial

    Visitar un cortijo andaluz en plena dehesa sevillana no es solo cambiar de paisaje. Es cambiar de frecuencia, de ritmo y de prioridades. Es entender que, en ocasiones, la única manera de avanzar es detenerse. Y pocos lugares invitan tanto a la pausa consciente como este rincón de tradición, naturaleza y memoria viva.

    Porque cuando uno se deja llevar por el murmullo del campo, el crujido de la madera y el aroma de la jara, lo que encuentra no es solo descanso: es sentido. Y en este cortijo, el tiempo deja de ser una urgencia para convertirse en un aliado.